El hombre de acero

La última versión de Superman se centra en los orígenes de este superhéroe. Maltratado por la sociedad y teniendo que ocultar sus poderes, descubrirá que su padre (interpretado por Russell Crowe) le envió a la Tierra desde Krypton para salvarle de la destrucción de su planeta natal.

Kevin Costner, Diane Lane o Amy Adams son rostros conocidos utilizados como reclamo de una película que trata más sobre alienígenas que sobre Superman. Al menos esa es la impresión con la que me quedé después de ver los últimos -insufribles- 45 minutos de la película.

Demasiados saltos en el tiempo y un tono excesivamente lúgubre para explicar cómo Clark Kent desarrolla sus poderes. Muchos efectos especiales y poco diálogo. Loise Lane parece ser una super periodista capaz de estar en todos los sitios y tener la información de primerísima mano.

A lo mejor es que estoy influenciada por las series de Smallville y la antigua Loise y Clark, y ese batiburrillo de historias me confunden con la que cuentan en El hombre de acero. De los cómics no hablo porque los desconozco. 

Que Jor-El le cuenta a su hijo la historia de su planeta no es nada nuevo, pero que el villano de Krypton llegue también casualmente a la Tierra y pretenda destruirla para refundar su planeta, pues sí lo es (al menos para mí).

De esta película me quedé con cuatro cosas. Una. La gente de la Tierra es muy mala y tratan a Clark muy mal. Dos. Su padre no quería que utilizara sus poderes y Clark sufre por las consecuencias de no hacerlo. Tres. Loise Lane lo sabe todo, pero todo, todo. Cuatro. El malo malísimo tiene una super nave de alucine que es capaz de transformar para viajar por el espacio e incluso para luchar contra la humanidad y contra Superman.

En definitiva, para mí fue una pérdida de tiempo absoluta ver esta película. Muchos efectos especiales al final (muy bien hechos, lo reconozco), mucha lucha y destrucción, y una frase innecesaria de una soldado al ver a Superman sobre 'lo bueno que está'.

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