Animales fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald

La combinación David Yates-J.K Rowling no ha funcionado tan bien en esta segunda entrega de Animales Fantásticos. El responsable de cuatro de las ocho películas de Harry Potter y la autora de la saga no han conseguido ni plasmar ni transmitir una historia tan buena como la de la saga original. Tramas sacadas de la manga, demasiados frentes abiertos y personajes secundarios que aportan poco a la historia principal son los principales puntos negativos que veo en Los Crímenes de Grindelwald.

En primer lugar, la historia se traslada a París, pasando antes por Nueva York y Londres. Hasta allí se desplazan Newt, Jacob, Tina y Queenie, el cuarteto que funcionaba tan bien en la primera entrega y que al separarse en la segunda pierde fuelle. Por distintos motivos, todos terminan allí, con la trama Lestrange de por medio y también con el hermano de Newt a modo de triángulo amoroso.

De este modo nos encontramos con varios frentes: Grindelwald, que quiere reclutar seguidores para que, básicamente, los magos dominen el mundo; Credence, el obscurus que quiere saber quién es realmente buscando a su madre biológica y acompañado de Nagini; Tina, que persigue a Credance; Quinie, que busca a su hermana y acaba encontrando a otra persona; Newt, que busca a Tina y a Credence; Jacob, que busca a Queenie; el hermano de Newt, un auror que persigue a Credence y a Grindelwald; y Leta, ex novia de Newt y actual prometida de su hermano, y que cuenta su propia vida familiar.

¿Os habéis enterado? Porque la película básicamente salta de una historia a otra, mezclando una trama con otra cada cinco minutos para no llegar a ningún lado hasta los últimos 20 minutos del final. Y de animales fantásticos ni hablamos, porque hay más bien pocos. De hecho, el mejor es el enorme gato chino y el escarbato, que son los que juegan un papel más importante.

A parte de todo esto, esta segunda entrega también indaga en la relación entre Dumbledore y Grindelwald, pero sin profundizar demasiado. Lo justo para saber que entre ellos había algo más que amistad (al menos por parte de Albus), y que no pueden enfrentarse el uno al otro. Para eso necesitan a un jovenzuelo que lo haga por ellos: en el caso de Grindelwald, Credence; y en el caso de Albus, Newt. Este profesor de Defensa contra las Artes Oscuras -futuro director de Hogwarts-, no hace más que empaquetarle marrones a sus alumnos -ex alumno en el caso de Newt-. Ni los aurores, ni el Ministerio de Magia, ni él mismo son nunca capaces de hacer la parte que les corresponde. El peso siempre recae en el protagonista, ya sea Harry Potter o Newt Scamander, pero siempre con la mano manipuladora de Dumbledore detrás.

Algo positivo que destacar de este film son los efectos especiales. Son increíbles y aportan mucha emoción a la película. Se echan en falta más animales fantásticos (que por algo se llamarán así las precuelas, digo yo) que salgan del maletín que siempre lleva consigo el protagonista. Las buenas actuaciones también son de agradecer, ya que los protagonistas son más maduros y expertos, y eso se nota. Y por supuesto, las conexiones con la saga original, como que salga Hogwarts o el famoso alquimista, también son puntos a favor.

Sin embargo, la sensación general con la que me quedo es que son dos horas y pico de película en la que suceden muchas cosas y al mismo tiempo no pasa nada. ¿Hacia dónde van los personajes? ¿Qué consiguen? Todo se resuelve en apenas 20 minutos con un final totalmente sacado de la manga de Rowling, y con una historia de la familia Lestrange que no aporta nada, solo marea. Esos flashbacks de ambos hermanos no pintan nada. Si lo que quieren es contar la no-historia del obscurus, no es necesario darle tantas vueltas.

Creo que, al igual que la primera, sienta las bases para lo que está por venir. Pero opino que en esta segunda película deberían haber aprovechado mejor su oportunidad, y no dejarlo todo para las siguientes tres entregas.

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