Ralph Rompe Internet

Cuando hace ya seis años vi Rompe Ralph automáticamente se convirtió en una de mis películas favoritas de animación de Disney. La historia que había detrás de los personajes de los videojuegos, de cómo iban de uno a otro, los escenarios, en definitiva, toda ella, me fascinó. Por eso tenía tantas ganas de ver la segunda entrega, Ralph Rompe Internet. Por eso y porque de nuevo me recordó al cuento que escribí con apenas 10 años sobre un chico que se quedaba atrapado dentro del ordenador e iba jugando por los distintos juegos que tenía, y navegaba por Internet hasta que le perseguía un virus. Una historia con aspectos similares a los de Rompe Ralph, y uno de los motivos por los que ambas películas me han gustado tanto.

En esta segunda entrega el tiempo ha pasado como en la realidad, es decir, seis años en los que Ralph y Vanellope no se han separado, sino que han ido alimentando su amistad hasta hacerla más fuerte y ser casi inseparables. Pero la pequeña princesa de Sugar Rush tiene sueños y aspiraciones, y su juego le resulta monótono y aburrido. Y Ralph, como buen amigo que es trata de ayudarla, aunque como de costumbre sus manazas les juegan una mala pasada. El juego se rompe y necesitan otro volante que solo está disponible en e-Bay. Y hasta allí se dirigirá la pareja protagonista, ya que el dueño del salón de videojuegos ha puesto WiFi en el local y permite que los personajes, a través de la Red, viajen al inmenso mundo de Internet.

Como ya lo hicieron en la primera entrega, lo que más sorprende son los escenarios y los millones de detalles que los componen. Si el mundo de Sugar Rush ya me fascinó con todas sus chucherías, el mundo de Internet con todas sus redes sociales, sitios de búsqueda, de compras, de citas y de otros videojuegos, y sin olvidar el palacio Disney, multiplican esta experiencia por mil. Es imposible percatarse de todos los elementos que componen Internet, y precisamente ahí reside su atractivo. Al principio Ralph y Vanellope se sienten perdidos, por lo que acuden a uno de los buscadores. El grandullón rápidamente se exaspera por la cantidad de sugerencias que le realiza, pero su compañera es más intuitiva a la hora de buscar.

Una vez en e-Bay deben conseguir el volante para su juego, y para ello hay que lograr el mayor precio en la subasta... para la que no tienen dinero de verdad. Para conseguirlo recurren a un Spam que les llevará al mundo de Slaugther Race, un peligroso juego de carreras por el que Vanellope se ve inexorablemente atraída. De ahí saltarán a una inexplicable y desmesurada plataforma de vídeos virales, en los que Ralph realiza unos cuantos (y absurdos) contenidos que parecen encantar al público. Aquí se separan sus caminos y entran en escena las princesas Disney, que demuestran que la compañía sabe reírse de sí misma. Pero también vemos personajes de Pixar, Star Wars y Marvel, lo que muestra el gran poder de atracción de Disney.  

Esto es lo fabuloso de esta película: que hay infinidad de cosas tan bien unidas entre sí, tan graciosas, reconocibles y que además explican cómo funciona el desconocido mundo de Internet a través de la comedia y de pequeñas situaciones que experimentamos en nuestro día a día. Incluso expone el 'Internet oscuro', los virus y cómo estos pueden destruirlo todo a su paso. El motivo en esta ocasión es que Ralph quiere mantener su amistad con Vanellope, y toma una decisión poco acertada para hacerlo...rompiendo Internet.

He de decir que ésta es la parte que menos me convence de toda la película, porque creo que se les va un poco de las manos tratando de centrarse en el mensaje que quiere transmitir: que si existe una gran amistad entre dos personas no importa lo que ocurra, porque ésta seguirá intacta, y que no hay que poner impedimentos a los sueños de las personas que quieres. En definitiva, es una buena muestra de lo que sabe hacer Disney: transmitir un mensaje pero con el ingrediente añadido de la comedia que aporta la colaboración de Pixar y de lo visualmente espectacular.

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