La forma del agua

No sé si fue coincidencia o simplemente decidimos ir a ver La forma del agua el mismo día que se entregaban los Oscar. Cuando salí de verla no las tenía todas conmigo de que fuera a ganar el premio a mejor película, que finalmente ganó. Y eso que no había visto todas las películas nominadas, excepto Tres anuncios a las afueras y Dunkerque. De hecho, en líneas generales, me gustaron más estas últimas que la de Guillermo del Toro, aunque la verdad es que me resultó curiosa.


De una forma muy, muy resumida y obviando los detalles, La forma del agua es una fábula romántica  con los gobiernos ruso y estadounidense de por medio. La relación entre el hombre pez y la mujer muda resulta interesante y a la vez perturbadora. Además, se tratan casi de pasada varios temas, como la homofobia, la soledad en la vejez o el racismo de la época en la que se ambienta la historia. No obstante, al final es una historia de amor, poco convencional, eso sí.

La protagonista, Elisa, tiene una vida rutinaria. Trabaja como limpiadora en unas instalaciones del Gobierno, donde una noche llevan a un extraño ser acuático. Y en el momento en el que empieza a conocerle, su vida cambia. Al parecer, como en cada experimento científico llevado a cabo por los americanos para luchar contra los rusos, su único objetivo es utilizarlo como arma, y si ven que no les sirve, destruirlo. Pero para eso está el buen científico de turno, que junto a Elisa hará todo lo posible para salvar a ese ser anfibio.

Trama aparte, la escenografía y la banda sonora de la película son maravillosas. Tiene un toque retro, en ocasiones sucio (como el apartamento de ella) y a la vez glamuroso (como el cine sobre el que vive, aunque no vaya nadie), rodeado de un aura de espías (las instalaciones del gobierno y los encuentros clandestinos). Lo que resulta más chocante y a la vez fascinante es precisamente el hombre pez, que puede dar grima y atraer al mismo tiempo.

En alguna ocasión la película avanza lentamente. Sé que es necesario explicar la relación que tiene Elisa con su vecino, su rutina antes de ir al trabajo o que su amiga se queje continuamente de su marido para entender las escenas posteriores. Pero creo que hay un exceso de esas escenas, que restan a la trama principal. Cuando parece aburrida llega una de esas escenas turbadoras que hace que quieras prestar atención detenidamente.

Lo cierto es que salí un tanto confundida del cine. No sabía si me había gustado, me había aburrido o me había parecido rara. Es por eso que digo que me pareció curiosa, pero sinceramente no entiendo tantas nominaciones a los Oscar, ni que haya ganado el premio a mejor película. En general, me quedo con uno de los mensajes que, creo, quiere transmitir. Y es que, al igual que en La Bella y la Bestia, el aspecto no importa cuando se trata de amor, aunque haya que comunicarse por signos y sean de especies distintas.

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