Coco

Me ha costado un tiempo ver la última película de Disney-Pixar. No sé porqué, Coco no me llamaba mucho. Pero qué lástima no haberla visto antes, porque es fantástica. No solo por su protagonista y la estética tan colorida, sino por cómo trata el tema de la muerte en una película dirigida principalmente a un público infantil -a pesar de que las historias de Pixar suelen ser igual de válidas para ser vistas por adultos. De hecho, a mi madre le encantó-.

Coco narra el empeño del joven Miguel en dedicarse a la música, a pesar de la gran oposición de su familia. Y es que la música está estrictamente prohibida desde que su tatarabuelo abandonó a su mujer para perseguir su sueño. 
Ambientada en México durante el Día de los Muertos, Miguel quiere demostrar su talento públicamente, pero no tiene una guitarra con la que hacerlo. Así que trata de coger prestada la de su ídolo, Ernesto de la Cruz. Pero en ese instante se traslada al mundo de los muertos, donde se encontrará con sus ancestros, que le guiarán para ayudarle a volver al mundo de los vivos.

No será fácil, porque el joven está empeñado en ver a su artista favorito, de quien además cree que está vinculado a su familia. Para ello contará con la ayuda de Héctor, un muerto al que sus parientes pronto olvidarán si no logra hacerles llegar su foto para que la pongan en el altar de ofrenda. Así, ambos irán aventurándose por el mundo de los muertos con la música como protagonista...y un desenlace sorprendente.

Lejos de retratar la muerte como algo siniestro y tenebroso, Coco refleja la alegría que rodea el Día de los Muertos al no olvidar a los miembros fallecidos de la familia. Y lo hace con una estética tan colorida, tan vibrante, que el mundo de los vivos resulta hasta aburrido. Es difícil no emocionarse con este filme, que provoca que irremediablemente te acuerdes de los que ya no están...físicamente, al menos.

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