Vuelta al hogar de Downton Abbey

Desde que suenan los primeros acordes de la melodía de Downton Abbey algo dentro de mí se remueve y me emociona. Ya desde la primera escena en la que se ve el castillo me invade la nostalgia y siento que esa serie que veía con mi madre no ha terminado, y que, en realidad, es como si volviera a un lugar que conozco muy bien.


No tardan en anunciar que los reyes van a visitar la mansión de los Crawley, y que todo debe estar perfecto para su llegada. Sin embargo, la tarea no es sencilla, y mucho menos si el personal se ve sustituido por el de la Casa Real. Pero como conocemos tan bien a la señora Hughes y a la señora Patmore, sabemos que no se lo van a poner nada fácil. Ese toque cómico que aporta esta situación es sin duda de lo mejor de la película, aunque hay muchas más -como las pullas continuas entre Violet e Isobel-.

Por supuesto, las cosas arriba tampoco son como se prevén. Llevar la hacienda familiar le trae muchos problemas de cabeza a Lady Mary, y la libertad que tanto ansiaba Edith también se ve afectada. Además, una herencia sobrevuela en el ambiente, y nos permite un delicioso reencuentro entre McGonagall y Dolores Umbridge (es decir, entre Maggie Smith como Violet Crawley e Imelda Stauton como Lady Bagshaw).


La película es maravillosa en todos los sentidos, la música es espectacular y evocadora, los escenarios y el vestuario son magníficos, el guión está muy bien construido, los personajes son encantadores...Han sabido darle a cada uno el final que se merecen. Cada trama tiene el protagonismo necesario, y junto con la ambientación forman un conjunto que es, simplemente, espectacular. Si es cierto que Downton Abbey seguirá ahí dentro de 100 años, yo sin duda quiero volver.


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