La casa de papel
Que Antena 3 hace buenas series no es ninguna novedad. Pero que haga una a la que, gracias a Netflix, esté enganchado público de distintas partes del mundo sí lo es. Personalmente, no la vi cuando la emitían por televisión, sino que me enganché cuando ya estuvieron las dos temporadas subidas a la plataforma (y hay en marcha una tercera, aunque con ese final no entiendo porqué). La casa de papel es de esas series que te atrapan pero bien. Cada capítulo dura casi una hora, pero con esos finales te crean la necesidad de ver uno tras otro. Y claro, hay que dosificarse.
Desde luego éste es el personaje más interesante. Lleva toda la vida preparando este robo y hace que el espectador empatice con los ladrones en lugar de con la policía. Aunque la inspectora a cargo del caso es una crack. Ambos líderes, enemigos por la posición que ocupan, están muy bien retratados, y desde luego no te esperas que vayan a interactuar más allá de las llamadas telefónicas de turno para saber cómo están los rehenes y negociar su salida.
En realidad, se pueden distinguir cuatro frentes dentro de la misma serie: el robo al banco perpetuado por los ladrones, el equipo de la policía que trata de hacerles salir, los rehenes que tratan de salir allí por sus propios medios, y el juego del ratón y el gato entre El profesor y la inspectora. Todos ellos están tan bien engranados que en su conjunto forman todo un thriller de intriga, drama y suspense.
Por supuesto, la serie no sería nada sin Álvaro Morte (El profesor), Pedro Alonso (Berlín) e Iztiar Ituño (la inspectora Raquel Mursillo). Esas grandes interpretaciones que hacen unos buenos personajes son fundamentales para crear una gran serie como esta. Trama aparte, si no hay buenos personajes -y buenos actores que los encarnen-, la historia no es la misma. Y todo eso y más lo tiene La casa de papel.