Star Wars IX: El ascenso de Skywalker, absurdamente nostálgica

La que esperamos que sea la última película de Star Wars no está a la altura de ser el fin de una saga. Carente de toda originalidad, excesivamente nostálgica, apelando constantemente a las emociones y a historias pasadas, no deja un final a la altura de un cierre que se merecía mucho más. 
ATENCIÓN SPOILERS

Esta crítica va a estar llena de spoilers de Star Wars: El ascenso de Skywalker, así que si no la has visto, mejor deja de leer. Iré por puntos:

  1. Que vuelva el Emperador Palpatine es un intento desesperado de resucitar a un muerto: porque muerto estaba, eso no se puede negar, a pesar de que la película se empeñe en defender que se ha mantenido oculto durante todos estos años organizando una flota imperial de la leche capaz de destruir (OTRA VEZ) planetas de un solo disparo.
  2. El entrenamiento oculto de Rey: si nos hubieran explicado al principio de la película que Leia era Jedi se comprendería mil veces mejor que ella entrene a Rey y que adquiera las habilidades necesarias para dominar la Fuerza. Pero no, lo meten con calzador en un flashback cutre que no viene a cuento y que deja mucho que desear (estaba mucho mejor rejuvenecida Leia en Rogue One que en el Episodio IX)
  3. La aventura de la daga: de repente Star Wars se convierte en Prince of Persia y hay que descifrar un mensaje en lenguaje sith (que ahora me entero de que está prohibido y que ni C3PO puede hablarlo) y que resulta ser un artilugio maravilloso con una forma específica que revela la posición exacta de una brújula sith en la Estrella de la Muerte de hace 40 años. VENGA YA.
  4. La Fuerza cura las heridas como en Embrujadas: es capaz de regenerar tejidos y, como vemos más tarde, de resucitar a los muertos posando la mano en el abdomen. Claro que sí, por qué no. Todo es posible con la magia, ¿no?
  5. En ocasiones veo muertos: totalmente sobrante la aparición del difunto Han Solo, quien después de tres películas por fin es capaz de hacer cambiar de parecer a su hijo. Y Luke, obviamente, no podía faltar en el momento de crisis de la protagonista en la isla donde se desarrolló la historia entre ambos.
  6. Las criaturitas adorables: porgs, ewoks y ese ser que reprograma a C3PO son el elemento cómico y adorable que, al parecer, no pueden faltar en la nueva trilogía de Star Wars.
  7. La despedida de Leia: Han Solo y Luke Skywalker tuvieron una muerte digna. Algo que no ha ocurrido con la princesa Leia y que he echado muy en falta. Este personaje se merecía mucho más que desvanecerse para contactar con su hijo una última vez. Decepcionante.
  8. La conexión de Rey con Palpatine: si soy sincera no me ha quedado nada clara. ¿Cómo es que es su nieta? ¿Acaso este hombre (o lo que sea) tuvo descendencia? Y lo más importante: ¿quién? Para mí, el misterio sigue sin resolverse, está cogido totalmente con pinzas para que J. J. Abrams tuviera la conexión que le salía a él de las narices porque sí. Totalmente innecesaria.
  9. El beso final: y de repente la película se transforma en Romeo y Julieta, y esa pareja que tenía una conexión especial resulta que en realidad lo que sentían era amor. NO, NO Y NO. Nunca ha sido una relación amorosa. Puede que Kylo se preocupara por Rey de una forma distinta, pero ella nunca había mostrado ningún sentimiento romántico hacia él. Y ese sacrificio, como digo, a lo Romeo y Julieta (te creo muerto, me sacrifico por ti, morimos los dos) sobra totalmente.
  10. Lo bueno: el final en Tatooine, el origen de todo, donde comenzó realmente la historia, creo que es el escenario perfecto para terminar esta trilogía que ha pretendido conectar en exceso con las otras dos anteriores. El modo en el que entierra los sables de luz espero que no sea solo simbólico, sino literal. Enterremos esta trilogía de una vez y dejemos a esta saga en paz, quedándonos solo con la original, que es la única que merece la pena.

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