Las chicas del cable

La primera serie española de Netflix prometía mucho, pero me ha dejado más bien indiferente. Las interpretaciones de algunas de las protagonistas, personajes con demasiados clichés o una música poco acorde a la época que relata hacen que Las chicas del cable sea más bien una especie de culebrón del mediodía que una gran apuesta de la plataforma. No obstante, tiene puntos a su favor, como relatar la situación de la mujer en los años 20 y el esfuerzo de las mismas por cambiar su situación, cosa que merece ser alabada.


Las chicas del cable son cuatro: Lidia/Alba (Blanca Suárez, la narradora), Ángeles (Maggie Civantos), Carlota, (Ana Fernández) y Marga (Nadia de Santiago). La primera es una ladrona, la segunda una mujer atrapada en su matrimonio, la tercera es la revolucionaria y la cuarta la chica de pueblo. Así podrían retratarse rápidamente cada una de las protagonistas, aunque claro, hay mucha más historia de fondo. Pero a grandes rasgos es así.

A medida que avanza la serie (como es lógico) también avanzan los personajes, aunque no la interpretación de quienes se meten en su piel. Hay algunas a las que directamente no me creo, me parecen sobreactuadas. Y he de añadir que tantas pestañas postizas no ayudan. Y tanto recogido perfectamente peinado después de haber tenido una noche de desenfreno no es creíble. Al igual que la música que suena en las fiestas, que parece más del 2017 que de los años 20. Todos estos detalles han provocado que Las chicas del cable me haya decepcionado un poco.

Pero por otro lado, al visualizar la situación de la mujer en aquella época, donde estaban tan reprimidas y se les 'imponía' que necesitaban a un hombre -ya fuera el padre o el marido- para poder vivir, y cómo refleja el ansia de cambio que anhelaban, son puntos que tiene a su favor. Esto está muy bien reflejado en Carlota (para mí el mejor personaje y mejor actriz) y también en Ángeles. Si tuviera que destacar algo de la serie, sería eso.

A su vez, Las chicas del cable no podría ser lo que es sin los personajes masculinos, en este caso encarnados por Yon González y Martiño Rivas. Una vez más lo siento, pero no me los creo, especialmente al último. No me ocurre esto con Miguel (Borja Luna), el novio de Carlota, al que sí veo que hace un verdadero papel en la serie. Y algo extraño sucede con Pablo, con quien Marga empieza a tontear. Son la típica pareja de 'tontitos adorables' que no sé si me caen bien o mal.

En definitiva, tantas caras dramáticas, tanto énfasis en los primeros planos, en esa imagen tan perfectamente cuidada, en el 'ahora quiero estar contigo pero me mientes y ya no te quiero pero luego te perdono porque de verdad te quiero', y muchos más etcéteras, hacen de la serie lo que ya comentaba, una especie de culebrón de media tarde pero con más presupuesto, mejor hecho y con intérpretes más conocidos, pero con la lucha por los derechos de la mujer como uno de los temas principales.

Comentarios

Post populares

El color en La La Land: las emociones de Mia a través de su vestuario

En el interior de Pixar

Whiplash