El niño con el pijama de rayas

Una película (más) ambientada en la Segunda Guerra Mundial y en los campos de concentración nazis. A pesar de todo lo que se ha escrito y llevado al cine con este tema, El niño con el pijama de rayas lo hace de una manera que no se había hecho antes: a través de los ojos de un niño alemán.

La inocencia e ingenuidad que caracteriza al protagonista le llevan a explorar su entorno y a dar con un campo de concentración. Allí conoce a un niño de su edad, pero está al otro lado de la verja y es judío. Pero eso no impide que se hagan amigos. A los ojos de un niño de 8 años no importa la raza, la religión, ni siquiera la vestimenta. Lo único que quiere hacer es jugar. Además parece que no entender muy bien qué hacen allí todas esas personas, y su nuevo amigo tampoco se lo explica.


En la película se ve cómo adoctrinaban a los jóvenes a través de una historia convenientemente modificada, alterada y completamente alejada de la realidad para manejar su mente y sus ideas. Aun así, el protagonista se resiste a creer lo que le cuentan, ya que lo que él ve se contradice con lo que le enseñan. Es a través de la experiencia cuando somos capaces de conocer y comprobar las cosas por nosotros mismos, y en la película se muestra muy bien.

No deja de ser una película más sobre el holocausto nazi y todos los horrores que encerró esa época. Lo novedoso es, no obstante, mostrarlo a través de un niño. La adaptación del libro está muy conseguida y bien realizada. Te quedas de nuevo con esa mezcla confusa de sensación de pena y alegría.

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